lunes, 30 de abril de 2012

EL FÚTBOL Y EL FASCISMO

Mussolini, veía el fútbol como una herramienta clave para crear la unidad nacional y obtener  prestigio internacional. Creó la Serie A como la primera liga nacional en 1929 y, una vez que se inició la Copa del Mundo en 1930, hizo una oferta a la que la FIFA no podía negarse para celebrar la Copa de 1934 en Italia. Era, por supuesto, esencial que Italia ganara (ya había ganado la primera Copa de Europa), por lo que el propio Mussolini invitó a un árbitro sueco a pitar la semifinal entre Italia y Austria, en la que a los italianos se les permitió empujar al portero austriaco a tres metros de distancia de su red. El trencilla concedió religiosamente el gol. Naturalmente, Mussolini  escogió el mismo árbitro para la final, Italia contra Checoslovaquia, y éste de nuevo no advirtió una mano de un jugador italiano, en clara infracción, con lo que Italia ganó.

Mussolini ya había resaltado ante Hitler los usos políticos del deporte. Esto no le vino de nuevas a Hitler, al que, al llegar a Munich siendo un joven enclenque, se le había recomendado que jugara al fútbol para mejorar su salud. Se negó, alegando que no le gustaban los deportes en los que se podía perder. Sin embargo, le quedó claro, no sólo trayendo los Juegos Olímpicos a Berlín sino apoyando al equipo alemán que fue tercero en la Copa del Mundo de 1934. Sin embargo, algo decepcionado por algunos de los resultados del atletismo en los Juegos Olímpicos de Berlín (Jesse Owens, etc.), su entorno le aconsejó que fuera a ver cómo el equipo de fútbol alemán aniquilaba a Noruega. Les hizo caso, pero Noruega triunfó y Hitler nunca asistió a otro partido de fútbol en su vida. Por supuesto, Alemania ocupó la parte superior del medallero en 1936 –especialmente en el que publicaba prensa alemana, porque se negaron a contar las medallas ganadas por Untermenschen (judíos o negros), que así se concedían al ario mejor clasificado (esto ayudó mucho con el problema de Jesse Owens)-, e Italia ganó la Copa del Mundo de nuevo en 1938, completando una época dorada para el deporte fascista. Hitler estaba en negociaciones con la FIFA para organizar la Copa del Mundo de 1942 cuando estalló la guerra.

A los británicos, por supuesto, se les veía en general -sin duda ellos mismos ante todo- como los reyes del fútbol, pero se lo habían puesto fácil a los fascistas al retirar todos los equipos británicos de la FIFA en 1920, en parte para evitar tener que enfrentarse a países que habían sido enemigos en la última guerra, pero también como protesta contra la invasión de la influencia extranjera sobre un juego tan británico como el fútbol. No se reincorporaron hasta 1946, y en 1953 la Asociación Inglesa de Fútbol todavía seguía  organizando juegos de Inglaterra contra Resto de Europa. No obstante, hay que decir que todo el imbatible equipo italiano de Mussolini jugó varias veces contra Inglaterra y otras tantas perdió.

El General Franco también recibió el mensaje de Mussolini. Sabía que Cataluña era el
corazón de la resistencia republicana y que el FC Barcelona era el corazón de Cataluña. En consecuencia, al mes del comienzo de la guerra civil las tropas fascistas asesinaron al presidente del Barcelona, Josep Garriga, y en 1938 los aviones fascistas bombardearon la sede del FC Barcelona. Una vez ganada la guerra, Franco prohibió la bandera y el idioma catalán, lo que obligó al FC Barcelona a cambiar su nombre y retirar la bandera de su escudo. Aun así, el estadio de Barcelona fue uno de los pocos lugares en España donde la gente libremente hablaba catalán. Franco hizo todo lo posible para hacer del Real Madrid un rival católico y conservador e intervino personalmente en el mercado de traspasos para garantizar que el gran Alfredo Di Stéfano fichara por el Real. En sus últimos años, el poder de Franco menguó y una clara señal fue que en 1974, cuando el Barcelona recuperó su antiguo nombre y fichó a Johan Cruyff, quien públicamente dijo que podía haber ido a Madrid, pero nunca iría a un club asociado con Franco.

El Lazio de Roma es el único recuerdo de la época. Era el equipo de Mussolini y siguen jugando en el estadio que construyó para ellos. Tratan de no contratar jugadores de color y sus partidarios son famosos por su racismo y antisemitismo. Uno de sus jugadores, Paolo di Canio, llevaba tatuados emblemas fascistas y hacía el saludo fascista cada vez que anotaba. Afortunadamente esos días han pasado. Ya es bastante malo que tanto dinero dependa de quién gana o pierde, pero los regímenes fascistas además tenían que ganar por razones políticas. En 1938 Mussolini envió un telegrama al equipo italiano de la Copa del Mundo diciendo: “Vencer o morir!” Éste era en realidad un eslogan fascista estándar, pero cuando los húngaros perdieron 4-2 ante Italia en la final, eso le dio al portero húngaro, Antal Szabo, una excusa que otros cancerberos envidiarían: “Con los cuatro goles que me hicieron, le salvé la vida a once seres humanos”.

A continuacion adjuto un video documental que expone muy bien el tema:

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