El Laissez-Faire, concebido por Keynes, es un producto histórico de diversas corrientes de pensamiento. Con la caída del antiguo régimen, se paso del derecho divino de la iglesia y el rey, a las libertades individuales y el contractualismo. Se concibió, luego, el utilitarismo, que en manos de filósofos como Locke y Hume dio paso a la doctrina del individualismo, En que el individuo pasó a ser el centro de todo. Se fundamentaron, así, las bases del derecho de propiedad y la libertad del individuo para disponer sobre el y sus bienes.
Una segunda ola de pensamiento surgió en respuesta a la concepción del hombre como un individuo egoísta y calculador. William Paley inculcó ideas de benignidad desde la concepción divina de orden, Bentham desde una base racional pensó al hombre como un ser en busca de su propio interés pero motivado por el bienestar de sus semejantes, y Rousseau tomo la base contractual y la convirtió en igualdad natural de la humanidad.
Para Keynes, la segunda corriente no elimino la anterior, se mezclo con ella, puesto que a principios del siglo XIX el individualismo conservador y el igualitarismo lograron la armonía gracias a los economistas, quienes pretendieron darle una base científica a la idea de las ventajas privadas en favor del bien publico. De aquí la conocida proposición del economista Adam Smith que supone a los hombres buscando sus intereses personales con conocimiento de causa, en condiciones de libertad, y al mismo tiempo promoviendo el interés general.
Lo anterior, sumado a que la experiencia de gobierno de los siglos XVIII y XIX mostraba grandes visos de corrupción e incompetencia, donde administradores públicos ineptos eran perniciosos cada vez que pretendían intervenir en la economía, fue creando el ambiente propicio para la imposición de una doctrina donde el estado se debe limitar y la economía se debe regular lo menos posible reposando sobre la iniciativa privada. El Laissez-Faire se impuso, finalmente, como única vía a la prosperidad.
El principio de Laissez-Faire tuvo popularidad ya que pareció conciliar lo irreconciliable: la discusión entre socialismo y egoísmo que se daba en la filosofía y los debates éticos del Siglo XVIII. Son los economistas pregonando que un egoísmo de mercado puede llevar al bienestar social quienes conjuraron el debate filosófico entre la contradicción Individualista y la Socialista. Keynes intenta señalar donde es que se construye el dogma del Laissez-Faire en la historia, presentando como equivocada “la tradición que lo asocia con los fisiócratas”, pone que la frase de Laissez-Faire no se encuentra implícita en las obras de Smith o de David Ricardo, mucho menos en Malthus. Aunque reconoce a Smith como un Librecambista y una de las bases de Laissez-Faire, para Keynes, el dogma se consolida dentro y con el auge del Utilitarismo, son entonces Paley y Bentham quienes elevan el verdadero Laissez-Faire.
Para Keynes el Laissez-Faire sólo es parte de un enorme conjunto dogmático en el que van incluidos: la Libertad Política, el Utilitarismo y el Positivismo, e incluso cierto optimismo teológico en el que Dios no se ha apartado del hombre y logra: “que actúen en armonía tanto los agentes libres como moléculas inertes…”